Queda atrás la muerte de las hojas que dejaron desnudo el árbol y el frío se recrea con todo cuanto toca, robando el calor de todo cuanto abraza, brindando su capa cristalina a todo lo inerte.
Y los niños jugarán con la inocencia, formarán muñecos del color de las nubes y se lanzarán pétalos unos a otros. Todos sabrán que el cielo ya no llora, si no que deja caer su dulzura, su fría dulzura.
Y la música de un piano solitario sonará más triste y a la vez más tierna cuando se contempla el paisaje monocrómico.
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