martes, 12 de enero de 2010

En el origen de las palabras

Más allá de donde alcanza la percepción, se extiende otro mundo lleno de vida, invisible, inaudible, intangible, sinsabor y sin olor donde todos hablan, ven y sienten pero es tan sólo una acción recíproca.

Allí es donde reina la imaginación, allí es donde consigo encontrar las ideas que plasmo sobre el papel, donde intento comprender lo que rodea mi ser, preguntándome porqué no puedo sembrar en su jardín.

Un jardín situado más arriba que el suelo, más bajo que el cielo, con su extenso vello verde, invadido de colores que pintan las flores sobre su relieve. Un paisaje acogedor al que no pude resistirme, tentado de coger alguna de sus rosas, a pasear sintiendo su textura. Sintiendo como el viento inflaba mis pulmones, el aroma de su esencia entraba a jirones; me atreví a coger una de sus rosas y descubrí que había jardinero que en su terreno se posa, para regar el jardín y llenarlo de alegría.

Sin embargo, aquél que recibió un hijo de Dios se niega a aceptar no poder disfrutar del jardín de Dios.

viernes, 1 de enero de 2010

Tras la puerta de cristal

El sol asoma la cabeza por el horizonte, como cada mañana, sin preguntarse cuántos desearían que hoy no apareciese o simplemente que tardase un poco más en salir. En las venas de la ciudad vuelve a circular la sangre, ha vuelto a despertar envuelta con el frío manto que la noche de invierno le ha depositado vigilada por la luna, a veces iluminada, a veces oculta entre las estrellas. Y allí estoy yo tras la puerta de cristal, esperando volver a verte, esperando que amanezca de verdad, para que me devuelvas todo cuanto me quitaste y es que cuando te fuiste de casa te llevaste hasta la razón. Y un largo suspiro pinta con color fantasmal la puerta de cristal, notando que eres tú quien se escapa con cada exhalación, incapaz de agarrarte con mis manos, de sostenerte un sólo instante más junto a mí.

Encerrado por los recuerdos que dejaste me quedo junto a mi compañera, la soledad, a contar en silencio tantas anécdotas, que no salen más allá de mi pensamiento, pero ella aún así me escucha y me acoge con más fuerza, me abraza más y más cuanto más pienso en ti. Así de solidaria es la soledad, entrando por los poros de la piel, por los poros del alma, adentrándose en mí, pero sus abrazos son fríos y el sol que sigue caminando lentamente por el cielo es incapaz de arroparme ni tan sólo un poco.

Y cuando encuentre tu mirada, sé que se esfumarán las palabras, me perderé en tus ojos e intentaré evitarlo escondiéndome tras la puerta de cristal...