viernes, 1 de enero de 2010

Tras la puerta de cristal

El sol asoma la cabeza por el horizonte, como cada mañana, sin preguntarse cuántos desearían que hoy no apareciese o simplemente que tardase un poco más en salir. En las venas de la ciudad vuelve a circular la sangre, ha vuelto a despertar envuelta con el frío manto que la noche de invierno le ha depositado vigilada por la luna, a veces iluminada, a veces oculta entre las estrellas. Y allí estoy yo tras la puerta de cristal, esperando volver a verte, esperando que amanezca de verdad, para que me devuelvas todo cuanto me quitaste y es que cuando te fuiste de casa te llevaste hasta la razón. Y un largo suspiro pinta con color fantasmal la puerta de cristal, notando que eres tú quien se escapa con cada exhalación, incapaz de agarrarte con mis manos, de sostenerte un sólo instante más junto a mí.

Encerrado por los recuerdos que dejaste me quedo junto a mi compañera, la soledad, a contar en silencio tantas anécdotas, que no salen más allá de mi pensamiento, pero ella aún así me escucha y me acoge con más fuerza, me abraza más y más cuanto más pienso en ti. Así de solidaria es la soledad, entrando por los poros de la piel, por los poros del alma, adentrándose en mí, pero sus abrazos son fríos y el sol que sigue caminando lentamente por el cielo es incapaz de arroparme ni tan sólo un poco.

Y cuando encuentre tu mirada, sé que se esfumarán las palabras, me perderé en tus ojos e intentaré evitarlo escondiéndome tras la puerta de cristal...

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